Como escribe Josep González sobre este tipo de fenómenos lumínicos presentes en la arquitectura medieval en días señalados del año:

Hace muchos años leí el fabuloso artículo de Jaime Cobreros sobre "el Milagro de la Luz Equinoccial" en San Juan de Ortega, se me abrió un mundo ante los ojos, como solo había visto o recibido de la especulación en el arte egipcio y sus jeroglíficos. De semejante verbalidad simbólica, el arte románico, por su proximidad se derramó ante mi, con sus infinitas significaciones y ese trazo humilde y natural en cada una de sus expresiones. Y lo de San Juan de ortega fue doblemente sorprendente pues su constructor, el Maestro Juan Velaz, que construyó en los aledaños de los Montes de Oca esta epifanía de la Luz preñando a Nuestra Señora. Hay que recordar que este discípulo de Santo Domingo, vuelve de Jerusalén en los albores de la segunda Cruzada, imbuido de las nuevas ideas sobre mistagogía de la Luz que darán lugar al gótico, y decide construir esta joya de la arquitectura burgalesa transcribiendo en esencia detalles como este de la Anunciación, verbalización clara del Pseudo-Dionisio el Areopagita, en esa nueva visión ética y estética de la Luz.

 Ángel Almazán, en referencia a este efecto lumínico descubierto por Jaime Cobreros, escribe:

"A nosotros nos fue concedido el redescubrir, tal como lo publicamos en su día, el portentoso hecho sobre el que gira el fin último -metafísico, por tanto- de la basílica de San Juan de Ortega. Dos días antes y hasta dos días después de ambos equinoccios anuales (21 de marzo y 22 de septiembre), a las 5 de la tarde, hora solar, y por un espacio de 7 a 8 minutos, un rayo de sol poniente -que atraviesa la ventana ojival de la fachada Oeste, posterior a la construcción románica y que bien pudo sustituir a un oculus anterior- ilumina el capitel de la Anunciación. La cálida mancha luminosa va ascendiendo por la pared contigua como atraída por la vida del capitel. Cuando, finalmente, llega a él e ilumina a Gabriel y a María, el espectador siente la plenitud de los momentos únicos e irrepetibles. La profunda sensación de lo misterioso recorre su médula e inmediatamente una euforia inusitada se apodera de él. La luz ha hecho el milagro. Es sólo entonces cuando se comprende al maestro constructor que tuvo la genialidad de adecuar las cosas para que el Espíritu Santo haga su aparición en forma de luz, de rayo fecundante , tal como es representado por muchos pintores medievales, como lo hiciera Fray Angélico en algunas de sus Anunciaciones. ¿Existe un modo más extraordinariamente adecuado que utilizar la luz para representar al Espíritu? Todo estaba en la penumbra hasta que la luz apareció. Y la luz vino cargada de Vida. "Yo soy el sendero, la luz y la vida". Y la vida aportada por la luz en este lugar privilegiado del Camino, fue nuestra redención. Redención y renacimiento necesarios para ponemos en disposición de iniciar el sendero del conocimiento cuyo fin es la identificación".


Este párrafo ha sido extraído del artículo escrito por Ángel Almazán. Para más información el artículo completo publicado en la Revista "Cielo y Tierra", nº 5, 1983: San Juan de Ortega y el Milagro de la Luz Equinoccial